miércoles, 22 de octubre de 2008

NOCHE DE QUINTOS


Antonio García Sanz.

En la madrugada, mientras despiertan los dulces sueños de un niño travieso, se acerca en lontananza la voz siempre agradable del inquieto acordeón.

Se distinguen risotadas mezcladas con familiares melodías. De vez en vez un silencio, de cuando en cuando otro trago y otra nueva melodía.

-¿”Amos ase la Luisa”?
-¡”Amos”!.
- “Clavelitos, clavelitos, clavelitos de mi corasón...”

Paso a paso van recorriendo las pedregosas calles del pueblo con la dulce ilusión de rondar a la amada y la tibia esperanza de servir a la Patria.

-¡Viva la quinta del sesenta y tres!.
-¡Viva!.

El “zancas” con los dedos algo entumecidos por el intenso frío pero con el entusiasmo de siempre regala las alegres notas al cielo andaluz. Las vivas ascuas del cigarro quisieran calentar la noche jabalquinteña. Entre tanto el intrépido humo se confunde con la espesa niebla que impide ver más allá de la otra esquina.

Los “quintos” con sus trajes recién estrenados, algo deslucidos ya por el noctámbulo trajín, suben entrelazados “la cuesta de la botica”, camino de la plaza de abastos.

-¡Buenos días Juana!
-¿Dónde vais “condenaos”?, ¡vaya “nochesica” que habéis “dao”!.
-¡Ponte “catorse mansanillas”!.

Juana, “la de la manzanilla”, mujer buena donde las haya, prepara pacientemente los jarabes, que deben saber a gloria.


-¡Otra quinta más!
-¡Ea!.

Poco a poco las cuadrillas, acompañadas de los suyos, van llegando a “la carrera” y aguardan a Juan, el alguacil, que un año más abrirá de par en par las puertas del viejo ayuntamiento.

Hartos ya de deambular por los angostos y negros callejones y con las gargantas rotas del uso, los quintos esperan la llegada de don Francisco, el médico, para poder dar la talla.

El “zancas”, que ambienta la espera, muestra el cansancio en sus ojos mientras su mano diestra acaricia ágilmente las escalas del ronco acordeón.

¡Cómo han pasado los años!.

Aquel niño travieso de apenas cumplidos los cinco, vela ahora otros sueños, llevando siempre en el corazón, “la noche de los quintos” de su pueblo.

sábado, 12 de julio de 2008

LAS CARRERAS ECUESTRES DE SAN ANTÓN

D. Cristóbal Moral Mimbrera, montando a "Morito" en los postigos de la "calle del viento", momentos antes de la carrera. (Foto álbum familiar).


Antonio García Sanz.


De mi conversación con D. Cristóbal Moral Mimbrera.

Hace más de setenta años y parece que fue ayer; dice Cristóbal, el panadero, clavando la mirada en su retrato ecuestre de la pared del comedor.

Este hombre, entrañable y afable, lleno de la sabiduría que regalan los años vividos me cuenta con ingenio y detalle, frente a frente, aquellas carreras del día de San Antón que hace tanto dejaron de celebrarse sin saber por qué.

“Aquel caballo negro, cruzao, tenía una sangre… No era muy grande pero era vivo como él solo. Parecía entender a la gente cuando le gritaban: ¡Ale Morito, ale!. ¡Qué bueno era el joío! “.

A Cristóbal le brillan los ojos y mirándome tímidamente continúa relatando, seguro de si mismo y entusiasmado.

“...Todo el pueblo estaba allí, en las lindes del camino del Camposanto.

San Antón era uno de los días más esperados del año. Entonces no había tanta diversión como hoy. Habría en el pueblo más de cien caballos y yeguas, pero no corrían todos porque no todos tenían cualidades para la carrera o porque sus dueños no los dejaban correr.

Aquel diecisiete de enero del treinta y seis fue un día muy frío. Había llovido bastante días atrás y todavía estaba el camino plagado de charcos.

Por la mañana le eché bien de comer y en cuanto merendé fui a la cuadra que estaba en los postigos de la Calle del Viento, en la panadería de Martín. Le coloqué la montura y me bajé al Llano, despacio. Cuando llegué había mucha gente; serían las tres y media, creo yo. “

Por momentos creo ver a Cristóbal a lomos de su “Morito” enfilando la recta que lleva hasta la meta. Al saliente, según el curso de la carrera, un mar de olivos expectantes sienten en sus entrañas el tambaleo de la tierra al paso de los caballos. Guadalimar y Guadalquivir, lejanos y ajenos, serpentean jubilosos entre los chopos tiznados de ocre y de luz.

- “¡Vamos Cristóbal que tienes que ganar!; me decían los amigotes.
- ¿Quién sabe eso?, pensaba yo, mientras calentaba, al trote, mi caballo.

A las cuatro en punto nos situamos, al paso, en la línea de salida y al bajar el pañuelo galopamos como locos por aquel camino de Dios, angosto y peligroso, con la mirada puesta en la meta. El corto trayecto parecía infinito. Pensaba que no llegaríamos nunca.

A media carrera un caballo tordo perdió las manos derribando a su jinete que magullado y embarrado hasta los ojos se apartó gateando del camino; ¡Qué alivio!.

Como cohetes de feria llegamos hasta la meta, marcada con una línea de yeso donde comenzaban las cuevas. El alborozo era tremendo y ensordecedoras las palmas de los espectadores que agolpados, intentaban averiguar quien había entrado primero.

El premio aún está por entregar, pero la honrilla de haber ganado la llevo guardada en este viejo corazón.

A la noche, nos calentábamos en las lumbres y bailábamos hasta el amanecer, rueda tras rueda, rondando a las mozas que aquel día no se sentían tan observadas.

Liábamos un cigarro, bebíamos unos vasos y después, aquí paz y allí gloria.

martes, 13 de mayo de 2008

ANDAR Y ANDAR A TRAVÉS DEL XVII

Palacio de los Marqueses de Jabalquinto en Biarritz

Antonio García Sanz.

I. CUANTO MÁS NOS CONOZCAMOS MÁS NOS AMAREMOS

Conocida es por muchos, la historia de Jabalquinto en general, gracias a los distintos trabajos que sobre la misma se han venido elaborando y publicando a través de particulares y grupos de trabajo, apoyados por instituciones públicas o privadas. De esta forma, el sempiterno interés por dar a conocer lo descubierto, en el caso que nos ocupa, nuestra propia historia, pudo hacerse realidad.

Fue el historiador local Mateo Francisco de Rivas y Soriano, miembro numerario, en su tiempo, de la Real Academia de la Historia, quien de su puño y letra redactó, hacia 1796, una memoria histórica de la villa y marquesado, que corregida en 1816, se conserva hoy en la biblioteca de la citada academia, y que a través de mi entrañable amiga Encarnación Sánchez García llegó hasta mi en el verano de 1986.

Este manuscrito ha sido la principal fuente de investigación de la que nos hemos servido todos los que en alguna ocasión nos atrevimos a ejercer de historiadores.

La segunda fuente, es el archivo parroquial de la iglesia de la Encarnación, bien conservado y casi completo, a pesar de que en alguna ocasión, y con el beneplácito del párroco de turno salieron de él algunos ejemplares de bautismos, desposorios y sepelios para ser estudiados y que aún no han sido devueltos.


II. DELINQUIR PARA SUBSISTIR.

La crisis y decadencia que se sufre en la España del XVII, política, económica y demográficamente como consecuencia de la debilidad monárquica de la época y de las diversas guerras sostenidas económicamente con el oro y la plata importados de las indias, también se deja sentir en la villa y marquesado de Jabalquinto.

A fines del siglo XVI, Felipe III, concedió licencia a D. Manuel de Benavides para que pudiera plantar olivares y viñas en la “Vega del barco”. El prestigioso profesor e historiador Domínguez Ortiz opina que estos repartos eran normales y el objetivo de los mismos era proporcionar a los campesinos la estabilidad que deseaban y necesitaban. Sin duda dichas medidas hubieron de dar el resultado previsto ya que aumentaron de forma considerable los habitantes del pueblo. Quinientos cincuenta y tres eran los habitantes de Jabalquinto en la década de los noventa del siglo XVI, mientras que en la misma década del siglo que nos ocupa eran ya algo más de mil.

Eran frecuentes por entonces los robos de madera en “las matanzas”, la tala indiscriminada de encinas en los montes que circundaban el núcleo urbano y la caza furtiva con trampas y cepos en el coto de los marqueses por parte de la vecindad para poder proporcionar a sus familias haberes y alimento, siendo perseguidos por la guardia del marquesado que por entonces andaban sobrecargados de trabajo.

En el 1.626, el señor marqués reunió al concejo para reorganizar los arrendamientos y aprovechamientos agropecuarios. Un par de años después mandó la elaboración de un nuevo padrón de vecinos para mayor control de los habitantes y se ponía en cultivo la “Dehesa de los Ejidos”. Para un mejor control de las rentas se procedió a la medición y amojonamiento de todas las tierras labradas.

La mitad de siglo trajo consigo una gran mortandad en el pueblo, aprovechando el marquesado esta circunstancia para comprar fincas, principalmente de olivar. En aquellos difíciles años se mejoró de forma extraordinaria el control de las rentas y de los propios labradores y se redactaron las primeras relaciones de ingresos del marquesado.

III. SEÑORAS Y SEÑORES.

Manuel de Benavides III (1574-1617)

El tercer Manuel contrajo matrimonio con Dña. Catalina de Rojas y Sandoval, nieta del marqués de Denia y sobrina del arzobispo de Toledo. Participó en la batalla de Lepanto junto a D. Miguel de Cervantes y Saavedra, autor del “Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” del cual celebramos ahora el IV centenario.

Este guerrero señor entró con sus vasallos jabalquinteños en el reino de Portugal para intervenir en su conquista. Pleiteó por el cortijo de Torrubia con su madre y hermanas, con algunos vecinos de Mengibar y también con los canónigos de Baeza. D. Manuel compró muchas tierras a los labradores libres de Jabalquinto y de Linares. En Granada donde también residió junto con su esposa compró muchas telas y ropas. Con él se consolidó el definitivo término municipal mediante la adquisición del cortijo de Gorgojí.

Juan Francisco de Benavides III (1617-1636)

Con Felipe IV como testigo, casó el segundo marqués de Jabalquinto con su sobrina Isabel de la Cueva en el 1622. Los escasos veinte años que D. Juan Francisco disfrutó del marquesado fueron de una intensa crisis económica. Entre las numerosas compras de joyas y los múltiples pleitos tanto con propios como con ajenos, llevaron a una parcial quiebra al marqués. Hombre preocupado en la correcta administración del señorío, reunió en 1623 al concejo para reorganizar todos los arrendamientos de sus bienes. Poco después ordenó al concejo la realización de un nuevo padrón del vecindario. En el invierno de 1634 falleció su esposa y sobrina, quedando como única heredera su hija Isabel Francisca, al haber muerto con antelación su hijo Juan. La muerte del marqués se produjo en 1636 aunque antes había iniciado diligencias para casarse con Dña. Leonor de Toledo y Benavides, parienta suya.

Isabel Francisca de Benavides (1636-1653)

Fue en principio su abuela paterna, María de Benavides, la que tuvo que tomar posesión del marquesado, ya que su nieta era menor de edad a la muerte de su padre. Hasta su muerte, la abuela llevó los asuntos de Isabel Francisca de forma bastante eficiente. Esta señora fundó un hospital en Baeza en 1637, pero su labor más destacada consistió en la unión de los marqueses de Jabalquinto y Villarreal con la casa del Conde-duque de Benavente mediante del matrimonio entre el conde de Luna, su hijo, con Isabel Francisca.

A partir de la segunda mitad del siglo XVII hay una fuerte pérdida de población en Jabalquinto debido a los abundantes fallecimientos que se produjeron, entre ellos fallecieron algunos servidores de los marqueses e incluso la propia marquesa, en abril de 1653, extinguiéndose así la línea directa de los Benavides.

El marquesado con los condes de Benavente

Cinco Benaventes se sucedieron a partir de 1653 y escasa la actividad bajo su dominio. Pasaron poco tiempo en el pueblo como consecuencia de la extinción de sus dominios. Con cierta peridiocidad nombraban administradores para que dirigiesen el marquesado y para la recaudación de las rentas. Terminaron la relación con este lugar con la venta de la finca del “el chaparral”. Compraron una parcela en Biarritz donde veraneaba por entonces la clase noble y construyeron un caprichoso palacete al que nombraron “Villa Jabalquinto”.


IV. AL SILENCIO DE LA PIEDRA SE GASTARON NUESTRAS VIDAS.

Varios son los edificios que ayer como hoy acompañaron las vidas de nuestros antepasados. Luces y sombras vivieron junto a sus muros. Alegrías y penas se diluyeron en sus interiores. Ilusiones y esperanzas forjadas en la fragua de la vida para ser lo que fueron.

El palacio de los marqueses, restaurado de forma afortunada recientemente, fue construido a finales del siglo XVI. Según Mateo Francisco de Rivas: “en el recinto del castillo, compuesto a lo mosaico de varios altos, patio de galerías y fortaleza en el centro, con sus torres y arcos, en la que está la mazmorra a la que fue necesario desmontarle su coronación y batería por lo quebrantada que quedó en el terremoto general del 1 de noviembre de 1755”. Continua diciendo el historiador local: “pudiendo gloriarse de haber nacido dentro de sus muros, la señora doña Antonia Quiñónez Cueva y Pimentel y Benavides en 1650, y en el de 1653, el Exmo. Señor d. Francisco Casimiro Antonio Pimentel, de la propia familia…”

Siguiendo el trabajo publicado por Dña. Ana Belén García Jiménez y Dña. Pilar Poveda Sánchez: “Enmarcan esta estructura un hermoso arco de medio punto sin remarcar la dovela central. En el plano superior y sobre la puerta aparece un balcón que parte el entablamento. Las jambas del balcón corren paralelas a las jambas de las puertas, es por esto y por la similitud que representa con los modelos baezanos por lo que pudieran ya haber existido desde el principio de la construcción, aunque a simple vista, se observan algunas reformas. El balcón está embellecido por una baranda de hierro forjado. Completan la decoración de esta portada dos escudos nobiliarios situados a ambos lados del balcón, sobre el entablamento en eje con las pilastras, labrados posiblemente con posterioridad. Estos escudos presentan una forma ovalada en cartela apergaminada, están sostenidos por dos tenantes y tienen colocada sobre ellos la corona condal. Representan los escudos de la casa de Benavides que define Argote Molina como los del león barrado”.

La Encarnación es un templo de unas dimensiones no muy exageradas. Se pueden distinguir a simple vista dos fábricas y dos épocas constructivas bastante distantes en el tiempo. La principal de las fábricas es de sillería y rodea el espacio de la nave, que a su vez está cubierta de una bóveda de medio cañón soportada por dos arcos fajones que se apean en sendos estribos. Tanto los arcos como la bóveda, de ladrillo, fueron construidos en tiempo del noveno prior, el licenciado Gabriel Jurado, allá por el año de 1642. Una monumental portada abierta al lado sur de la nave conecta con el interior del templo. Por su estilo, la portada recuerda diseños vandelvirianos.

La Ermita de Nuestra Señora de la Encarnación y San Juan Bautista fue construida por orden de la Sra. Marquesa Dña. Catalina de Rojas y Sandoval. La primera piedra la bendijo el que fuera entonces obispo de Jaén, Exmo. Cardenal de Sandoval, allá por el año de 1635; por entonces era cura ecónomo de la Concepción (hoy Encarnación), D. Francisco de la Fuente y Bergara. Esta pequeña ermita de estilo conventual, propio de la época, está situada extramuros de la antigua villa, cerca del palacio de los marqueses de Benavides y condes de Benavente. Se encuentra rodeada de una cerca de piedra de unos tres metros de altura. Su fábrica es de sillar y su planta rectangular. Su sencilla espadaña, de un solo vano albergó la única campana que convocaba a maitines a los jabalquinteños de entonces.

V. LOS QUE CURARON LAS ALMAS.

Al final del siglo XVI y hasta bien entrado el XVII, el hombre quiere creer, es imposible ser ateo en este siglo. La palabra ateo o ateísta no era más que el insulto mutuo de protestantes y católicos en su división de iglesias. Ateo es la religión del otro, pero ninguno podía asumirla en el sentido moderno, sencillamente, porque ese sentido no existía. Ateo era un insulto que causaba en el oyente un escalofrío, una palabra de grueso calibre; era, en rigor, todo aquel que no fuera papista. Por eso cuando alguien, con su fe intacta, se permitía la blasfemia de pensar, era asociado a un ministro del demonio, un supersticioso o un idólatra y sufría las consecuencias de la inquisición. Sin embargo, es patente la religiosidad de la mayoría de los ciudadanos, como demuestran los libros de registro bautismales, de fábrica y sobre todo el libro de la “Cofradía de Ánimas”, en el cual queda perfectamente reflejada la mala situación de los jabalquinteños de la época, por la incontable cantidad de limosnas que se repartían a la clase más desfavorecida.

En esta situación se hallaron no sólo los de aquí sino también los que desde otros lugares eran promovidos para curar las almas.

A continuación expondremos la lista de todos los priores que durante el siglo XVII trataban de acercar la Palabra de Dios y los Sacramentos a los feligreses de la iglesia de la Encarnación y algunos datos de interés, de la época de alguno de ellos:

1605. Alonso Vizcaíno y Mendoza. 3er. Prior.

1607. Dn. Juan Francisco. 4º prior.

1616. El Dr. Francisco y Medina. 5º prior.


1619. El mtro. Juan y Montoro. 6º prior.

1625. El licenciado Francisco de la Fuente y Bergara. Natural de la ciudad de Jaén. Fue prior de los Villares y de Villargordo de donde fue promovido a esta iglesia y fue su 7º prior. Tuvo comisión el Exmo. Sr. Cardenal de Sandoval, obispo de esta diócesis para bendecir la primera piedra de la Ermita de San Juan Bautista y Ntra. Sra. de las Mercedes extramuros de esta villa que se fundó en su tiempo, cuya licencia original y documentos que debe pasar a este archivo, está en el oficio de cabildo de esta villa.
Edificó la casa parroquial de la calle “del viento” que heredó Dña. Elvira del Moral y Ulloa, quien por su testamento cerrado que otorgó ante Bartolomé López Colmenero la dejó al priorato con la carga de una fiesta a la Natividad de Nuestra Señora.
Fundó dicho prior una memoria de una fiesta a san Francisco de Asís.
Murió en esta villa y está sepultado en sepultura distinguida que en aquel tiempo tenía esta iglesia para los priores.

1639. El mtro. Pedro del Valle. 8º prior. Fue promovido a San Isidro de la ciudad de Úbeda.

1642. El licenciado Gabriel Jurado. 9º prior. Fue promovido al priorato de Bailén y fue visitador general del obispado. Construyó la gran bóveda de ladrillo que hoy tiene la iglesia que estaba a “tejavana” e hizo la custodia y otras obras.

1649. El mtro. Juan Garrido de Arcos y Rus. 10º prior. Fue promovido al priorato de la villa de Jimena.

1656. El doctor Juan de Carmona. 11º prior.

1670. El mtro. Luis Mateo Garrido de Cabrera. 12º prior.

1672. El mtro. Dn. Valentín de Illescas Pelayo. 13º prior. Fue promovido al priorato de San Miguel de Andújar.
1675. Dn. Diego de Ulloa y Salto. 14º prior. Sobrino del prior Fuente. Fue promovido al priorato de Villanueva de Andújar.

1678. Dn. Bartolomé Jurado Lotario. 15º prior.

1680. El mtro. Francisco Antonio Marín. 16º prior. Natural de Jaén donde murió y está sepultado en San Lorenzo.

1682. El mtro. Cristóbal de Barrales Adalid. 17º prior.

1685. El mtro. Juan Francisco Troyano. 18º prior. Natural de Jabalquinto, prior de Tobaruela y beneficiado propio de la Iglesia Parroquial de San Miguel de Jaén, a cuyo priorato fue promovido. Fundó fiesta a San Agustín.

1690. El Dr. Dn. Miguel de San Martín Delgado. 19º prior. Natural de Jaén donde murió y está sepultado en la santa capilla de San Andrés.

1695. El mtro. Juan Francisco Troyano, segunda vez prior 20º. Murió y está sepultado en esta iglesia.



BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTACIÓN.
Memoria Histórica de la villa de Jabalquinto Reino de Jaén. Mateo Francisco de Rivas y Soriano. 1816.

Jabalquinto, una pausa en la historia. SS.PP.Aproximación a la realidad socio cultural en Jabalquinto. 1992.

Historia del señorío y villa de Jabalquinto. Pedro A. Porras Arboledas. 1993.

Programa de fiestas. Ayuntamiento de Jabalquinto. 2001.

Archivo parroquial de Ntra. Sra. de la Encarnación. Jabalquinto.

jueves, 3 de abril de 2008

LA BATALLA DE QANTISH




José Cruz Utrera

En el año 1009 tuvo lugar cerca de Jabalquinto una batalla muy importante entre dos ejércitos musulmanes antagonistas, ayudado uno de ellos por tropas cristianas. Este conflicto se engloba dentro de la “fitna” o guerra civil que ensangrentó la España musulmana o Al-Andalus, al final del califato de córdoba y que concluyó con la extinción y la ruina de dicho califato en el año 1031 (422 de la Hégira). Aquí es oportuno decir que la Hégira (huida) comenzó el viernes 16 de julio del año 622 en que Mahoma (Muhammad) huyó desde La Meca a Medina. A partir de esta fecha comienza la era musulmana. El año musulmán tiene 354 días, 8 horas, 48 minutos y 45 segundos.

Seguidamente, voy a narrar con detalle estos acontecimientos: Tras la muerte del culto Al-Hakam II, segundo califa cordobés (año 976), le sucedió su hijo Hisham II, monarca débil, que nunca ejerció el poder. El gobierno pasó a manos del ambicioso y astuto primer ministro (hachib) Muhammad Ibn Abi Amir, llamado Almanzor por los cristianos, ya que su sobrenombre (laqab) era Al-Mansur, “El victorioso”, el cual estableció una verdadera dictadura durante más de veinte años. Después de su muerte en el año 1002, le sucedieron en el cargo dos de sus hijos, sucesivamente: Abd al-Malik al Muzafar y Abd al-Rahman Sanchuelo o Sanchol, llamado así por ser nieto del rey de Pamplona Sancho Garcés II Abarca. Sanchuelo fue asesinado en el 1009 y durante varios años se produjeron muchas revueltas y motines en Córdoba. Numerosos pretendientes se disputaron el poder, que pasaba fugazmente de unas manos a otras hasta que el último califa Hisham III fue destituido en el año 1031. El califato cordobés se desintegró en numerosos reinos Taifas, independientes y rivales entre sí. De este modo se extinguió la gloriosa dinastía omeya, que tanto esplendor dio a la España musulmana.

Tras este resumen, volvamos a los acontecimientos que ocurrieron después del asesinato de Sanchuelo por los partidarios de Al-Mahdí. Un biznieto del gran califa Abd- al Rahman III, llamado Muhammad Ibn Hisham. Se hizo con el poder y tomó el sobrenombre de Al-Mahdí bilah “el guiado por Dios”, pero el trono le fue disputado por otro biznieto de Abd al-Rahman III, Sulaymán, de sobrenombre Al-Mustaín bilah “el que busca el auxilio de Dios”. Ambos se dirigieron a Burgos para solicitar la ayuda del poderoso conde de Castilla Sancho García, llamado “el de los buenos fueros” por sus súbditos cristianos, quien se decidió por apoyar a Sulaymán, el cual prometió entregarle muchas plazas fuertes musulmanas de la frontera del Duero. Sancho García suministró víveres a las tropas beréberes de Sulaymán, gran cantidad de ganado y mil carros de harina y luego se les unió con su propio ejercito.

Pasaron por Medinaceli y derrotaron a Wadih, gobernador de la marca media, cerca de Alcalá de Henares, prosiguiendo después su avance hacia Córdoba. Muhammad II al-Mahdí reforzó las defensas de la capital andaluza y salió al encuentro de sus enemigos con un heterogéneo ejército, en el que se habían alistado muchas gentes sin la menor preparación bélica. El choque se produjo el día 5 de noviembre del año 1009 (13 de Rabí del año 400 de la Hégira) en Qantish, entre el río Guadalquivir y Jabalquinto, que entonces sólo era una pequeña fortaleza musulmana, cerca del castillo de las Huelgas. La batalla fue un gran desastre para las tropas de Al-Mahdí, que perdieron más de diez mil hombres muertos o ahogados al intentar cruzar el río para escapar de sus perseguidores. Los 600 jinetes del conde Sancho García tuvieron un protagonismo decisivo en la victoria de Sulaymán.

Muhammad- al-Mahdí estaba ya perdido, huyó rápidamente y se escondió en una casa de Córdoba, donde se estuvo quieto durante algún tiempo. El día 9 de noviembre, Sulaymán fue proclamado califa en la mezquita mayor. Su primer gesto, que le honró, fue desclavar de una cruz el cadáver decapitado de Sanchuelo y hacer que le dieran una sepultura decorosa. Sulaymán al-Mustaín recibió con gran pompa en un salón del palacio al conde Sancho García, al que tanto debía, quien aceptó una demora en la entrega de las plazas fuertes prometidas. Después de algunos días, regresó a Castilla el 14 de noviembre, dejando en Córdoba a cien hombres bien armados, que fueron alojados en una magnífica almunia (palacio campestre) de los alrededores de la ciudad. Llevaba el conde cristiano todas las de ganar en este asunto y no ocultó su profundo desprecio por la actitud servil y la falta de valor de los musulmanes cordobeses. En el verano siguiente, en el año 1010, el conde Sancho García tomó posesión de más de 200 fortalezas, entre ellas Clunia, Osma, Gormaz, San Esteban, Cuenca del Duero, tierras de Segovia y de Sepúlveda. La nueva frontera se estableció en las sierras de Medinaceli y de Guadarrama, y los cristianos dieron un gran avance a la Reconquista. Varios años después, Castilla fue transformada en reino cuando Sancho el Mayor de Navarra la cedió a su segundo hijo Fernando I en el año 1032, que fue el primer rey de Castilla.

Se puede identificar Jabal Qantish, donde se desarrolló esta batalla, con Jabalquinto. En lengua árabe, Jabal quiere decir “monte” y Qantish se deriva del nombre latino Quinto. Es decir, que Jabalquinto significa “monte de Quinto”.