miércoles, 22 de octubre de 2008

NOCHE DE QUINTOS


Antonio García Sanz.

En la madrugada, mientras despiertan los dulces sueños de un niño travieso, se acerca en lontananza la voz siempre agradable del inquieto acordeón.

Se distinguen risotadas mezcladas con familiares melodías. De vez en vez un silencio, de cuando en cuando otro trago y otra nueva melodía.

-¿”Amos ase la Luisa”?
-¡”Amos”!.
- “Clavelitos, clavelitos, clavelitos de mi corasón...”

Paso a paso van recorriendo las pedregosas calles del pueblo con la dulce ilusión de rondar a la amada y la tibia esperanza de servir a la Patria.

-¡Viva la quinta del sesenta y tres!.
-¡Viva!.

El “zancas” con los dedos algo entumecidos por el intenso frío pero con el entusiasmo de siempre regala las alegres notas al cielo andaluz. Las vivas ascuas del cigarro quisieran calentar la noche jabalquinteña. Entre tanto el intrépido humo se confunde con la espesa niebla que impide ver más allá de la otra esquina.

Los “quintos” con sus trajes recién estrenados, algo deslucidos ya por el noctámbulo trajín, suben entrelazados “la cuesta de la botica”, camino de la plaza de abastos.

-¡Buenos días Juana!
-¿Dónde vais “condenaos”?, ¡vaya “nochesica” que habéis “dao”!.
-¡Ponte “catorse mansanillas”!.

Juana, “la de la manzanilla”, mujer buena donde las haya, prepara pacientemente los jarabes, que deben saber a gloria.


-¡Otra quinta más!
-¡Ea!.

Poco a poco las cuadrillas, acompañadas de los suyos, van llegando a “la carrera” y aguardan a Juan, el alguacil, que un año más abrirá de par en par las puertas del viejo ayuntamiento.

Hartos ya de deambular por los angostos y negros callejones y con las gargantas rotas del uso, los quintos esperan la llegada de don Francisco, el médico, para poder dar la talla.

El “zancas”, que ambienta la espera, muestra el cansancio en sus ojos mientras su mano diestra acaricia ágilmente las escalas del ronco acordeón.

¡Cómo han pasado los años!.

Aquel niño travieso de apenas cumplidos los cinco, vela ahora otros sueños, llevando siempre en el corazón, “la noche de los quintos” de su pueblo.